La poesía de Juan de San Grial es la aparición en el mundo de una nueva luz que engendra un modo totalmente nuevo de ver, una nueva conciencia, y que cambia el rumbo de la historia humana gradulacionalmente. Se trata de la misteriosa criptografía del univérsum intergaláctico. La entonación y el lenguaje de las divinidades, traducidos al idioma humano. Al igual que las composiciones de Mozart, Beethoven y Chaikovski, el logos de Juan de San Grial abre pozos internos, pone en marcha la supraconciencia iluminada, modela una nueva personalidad.
EL SILENCIO DEL VERBO PARLANTE
¡Oh, qué dolor penetró mi ser entero!
Mis lágrimas arrítmicas van cayendo...
Juan de San Grial
No hace falta una iluminación especial o el don de la visión para sentir que llegará el tiempo en que este libro, como se dice, se desgastará de tanto leerlo y su contenido será tomado como referencia. Eso es porque se puede tomar de su contenido: la profundidad del libro es infinita, hay un nuevo descubrimiento a cada paso y con cada nueva lectura. Pero para que ese tiempo llegue, no es necesario ni mucho ni poco: que la gente se ajuste a las vibraciones celestiales y no a las terrenales.
Lo más esencial, recóndito y sincero, el autor lo presenta en su forma habitual de aforismo explosivo tan fácil de memorizar. Lo ofrece con una dosis notable de ironía, de yurodivicidad o de paradoja. Aquí encontramos sentencias filosóficas y consejos prácticos, mandamientos particulares e instrucciones de patriarca, prevenciones y recomendaciones, y también constataciones sabias y conclusiones generales.
‘No es un gran honor ser rey,
más noble es ser pordiosero’.
‘De toda buena persona la muerte es amiga
desde las arboledas paradisíacas a la letrina’.
‘El ladrón suele creerse santón, no criminal’.
‘No saldrás de la crisis,
aunque memorices tres catequesis’.
‘¿Quieres esconderte de los ataques del Dragón?
Escoge como refugio el Seno de la Madre de Dios’
‘Dios nos guarde de radiografiar
teológicamente a Cristo’.
‘Por mucho que soplas el salterio vanamente,
la fe del escriba es una pompa
de jabón inconsistente’.
‘El corazón de la Madre Divina
sufre por cada hijo’.
‘Y la riqueza más grande que
en la Tierra puede haber
¡es la hermandad fiel!’
‘La Reina plasmó al Crucificado en todo su ser,
al hacerse un todo con Él’.
‘La indiferencia por el prójimo es prueba delictiva’.
‘Quien tiene a la Madre Divina en su interior
se despierta de noche cuando dan las tres en el reloj’.
‘No se puede entrar en las moradas luminosas
sin adquirir como vencedor la corona’.
‘Cuánto más perseguido,
más protegido’.
Este libro es llanto amargo, desconsolador y con un matiz trágico y triste.
Es la historia de la pena, la historia de la enfermedad de Rusia y del mundo, y también la historia de la lucha del ser humano contra el mal, la mentira, el fariseísmo y contra sí mismo.
Es un libro sobre la traumática área social, la invasión global de fuerzas demoníacas y el abandono existencial del ser humano.
Y también un retrato adecuado de su época.
En un corte superficial y profundo a la vez, los puntos dolorosos de nuestro tiempo.
El autor llora por su patria, por la cual tiene nostalgia (‘Por la añoranza rusa mi cabeza se ha mareado’) y está dispuesto a que se recupere, no solo a poner todas sus fuerzas espirituales y morales, sino también a dar su vida. Juan Bogomilo tiene la valentía de hablar de aquello de lo que se atreven a hablar actualmente pocas personas en el mundo, y también a hojear ‘las páginas de Rusia, no leídas hasta ahora’.
A veces el corazón del autor parece no aguantar la gran pena y entonces sale, como un cuajarón de sangre de la garganta: ‘Piérdete, Rusia, con tu arquetipo torcido’. U otro: ‘Nada cambiará, por mucho que oigan tus gritos, por mucho que incienses ládano bendito…’.
¿Y la gente?
Como en un panóptico horrífico, pasan en las páginas del libro como sombras-fantasmas lamentables (‘el hombre está degradado, vulgarizado’). Por todas partes se encuentran ‘pequeños ladronzuelos’, ‘dos taimadas cretinas’, ‘un sacristán borracho está tumbado en un barranco de juncos’, ‘un sacerdote ora en las ruinas de una iglesia’, ‘unas reidoras se volvieron locas de risa’, ‘lacayo, bicho’, ‘un bandurrista perdió en los escombros su lira de Orfeo’, ‘mafia’, ‘psicópata’, ‘servicio secreto’, ‘sacristán-funcionario’… Esta lista grotesca y tan triste se puede continuar aún mucho tiempo, es simplemente infinita.
El autor sabe con dos-tres rasgos sacar de la realidad oscura lo característico, esencial, demostrando la visión perspicaz del ungido de Dios y la gran atención del poeta a detalles tan expresivos:
Una mujer poseída se pegó
a las escaleras de entrada.
Martirio de la soledad y del desprecio
está en su cara.
La cortejaba un borrachín de 30 años muy bravo.
Una nube de lluvia, el paisaje rural ha perturbado.
A veces demuestra toda una corriente de visiones surrealistas, a veces se limita a las imágenes fijas de la realidad desasosegada, vulgarizada por el hombre:
Se atascó un coche de juguete
en el patio de la abuela.
El iconito grabó junto al Teohombre una novela.
La Teoengendradora anda por los pueblos,
en lugar de bastón balancín.
La niña de tres abriles se ha hecho encima pipí.
Un ternero mugió:
los tontos han caído totalmente en modorra.
Sobre mí nada a nadie le importa.
El jefe del garaje perseguía a una cabra,
castigando al vecino.
La vaca abrió sus alas de papel y sobre
el campo volando ha salido:
loca por el camino intransitable,
vaca de leche o mariquita,
condenada al matadero, buena diosita divina.
¿Y si, a pesar de todo, en esta tierra apareciera una persona justa? —pregunta el autor. Y si tiene la señal de la cruz en la frente, entonces ¿qué? Y contesta: ‘es la señal
de que le degollarán tarde o temprano’.
¿Y si la persona no puede callar y tiene la valentía de decir la verdad? Entonces, ‘adiós, querida patria’. Justo lo que ha ocurrido con el autor del libro.
‘Nunca habéis sido de los míos —exclama—, y yo no soy de los vuestros. // Pagué todas mis deudas hasta el último céntimo. // ¿Para qué quiero vuestros barracones semiabandonados? // Si pudiera sacar bajo fianza a un preso inocentemente condenado…
El mal de Rusia consiste en que no solo ‘no hay nadie a quien presentar su reclamo’, sino que, por muy paradójico que suene… ‘no queda ningún ruso’. La Rusia verdadera, auténtica, es ‘como si hubiera desaparecido en un remolino’, y los acontecimientos se desarrollan allí como en la famosa novela antiutópica de Orwell, ‘1984’.
No lo toques. Te envenenarán.
Terrorista te declararán.
Te morderá la pierna,
pero no toques mientras no te molesta,
al gran pulpo
de la zona penitenciaria —ese mundo.
En vez de dártelas de sabiduría,
no hagas tonterías.
No cantes antes de hora.
Al torrente no te opongas.
No te metas en la boca del lobo.
En estado de embriaguez no hables por los codos.
No eches el bofe por un tío 14 horas
pensando en envenenarlo con un perfume de moda.
¿Por qué sufre Rusia? ¿Por qué Dios la marcó con una carga tan pesada? ¿En qué consiste la raíz del mal que separa al hombre de la armonía y la felicidad?
Para estas preguntas sofisticadas y universales el autor tiene respuestas sorprendentemente claras y unívocas: por desviarse, por haber ‘entronizado en lugar de Cristo a Lucifer’.
Y lo curioso es que Rusia no solo se presenta en el libro como un país humillado, sino también singular, de espíritu inquebrantable; un país que inevitablemente resucitará, porque en sus entrañas guarda su arquetipo nacional original.
El autor predice el despertar espiritual de Rusia, que según su opinión, no solo se está incubando, sino que es inminente.
Pero ‘Lágrimas rusas’ no solo es un llanto por Rusia, sino por todo el mundo, por todo ser vivo en la tierra. ‘El corazón bogomilo duele por cada ser terrestre’. ‘Y por todas partes, fíjate, ejecuciones, genocidios, hambrunas, ciudades, mares y montes sangrientos’, —acentúa el autor. Confirmación de lo cual son ‘las estatuas de la Teoengendradora que lloran’: en Lourdes, en Fátima, en Grúshevo, en Montenegro…
El espacio-tiempo del libro se extiende de Buda a la Teocivilización venidera, y su geografía terrenal es España y América, Caravaca y Ucrania, Francia e Italia (‘Moscú-Roma-Madrid-Caravaca’). A través del foco de atención artística del autor es interpretado en realidad todo el mundo. Dado que no solo se pierde Rusia, se arruina en su agonía la antigua civilización, y en el proscenio aparecen cátaros, bogomilos, cristoveres y templarios. ‘En el pilar ardiente está la Cruz y la Teoengendradora en el sol’. ‘En la tribuna están el p.Serafim y la m.Eufrosinia’. Se levanta, se alza con toda su fuerza, en toda su grandeza y verdad el ‘cristo-zoroastrismo contra el judeocristia nismo’.
A la Bestia farisaica, inconsolable final.
¡Están abiertas las puertas del Reino Celestial!
El autor canta inspiradamente al tiempo en que será destruida en la tierra la Casa de la Mentira, llegará la época de los santos, la civilización de vírgenes y poetas, la tierra se volverá un jardín floreciente, empezará a brillar en la gloria el trono de la Virgen, bordado de arco iris.
Continuación del artículo lee en el libro de Juan de San Grial "LÁGRIMAS RUSAS" (Prólogo).
Petró Sóroka
Escritor, miembro del Club Internacional PEN.
Ucrania, abril de 2017
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LÁGRIMAS RUSAS