Del libro "MARÍA MAGDALENA, el fuego del Sagrado Amor Minné"
María Magdalena era la adoración a Cristo personificada
Al sobrevivir al abandono más grande, María introducía a sus discípulos en el estado de angustia mortal por el divino Bienamado.
“Cristo no se os revela solamente porque aún no habéis entrado en el estado de angustia mortal. ¿Queréis hallar al Amado celestial en la Tierra? Entonces entregaos a la angustia mortal por Él, enamoraos de Él con todo vuestro ser, más que de vosotros mismos, más que de todos los prójimos reunidos juntos. Más que de toda la humanidad. Enamoraos así como solo Él se merece”.
El “¡Tengo sed!” de Cristo en la Cruz significa: Padre Mío, aplaca mi angustia mortal por las novias del Aposento nupcial que se están divinizando. María enseñaba el anhelo recíproco, la recíproca Última Gota. Y los discípulos, entrando por su bendición en el estado de la angustia mortal más beata, alcanzaban, aún en sus días terrenales, un nivel casi imposible en la Tierra: e l matrimonio con Cristo, los aposentos nupciales.
“La cumbre es transfigurarse en Él. Hacerse no simplemente un cáliz, sino derramar la Última Gota de amor, amar hasta la muerte, morir por amor”.
“El que muere por amor es concebido inmaculadamente. No hay mayor alegría que morir por amor a Aquél que cada hora moría de amor por nosotros y que murió en la cruz por su demente amor”.
María era portadora de lo que ningún otro discípulo de Cristo podía portar, de lo que incluso Juan el Evangelista solo portaba en mínimo grado. Ella portaba el mensaje de un amor ilimitado, infinito, que produce los milagros de la transfiguración y de la divinización. No apostolaba sobre Cristo como el fundador de una nueva religión, sino como el Novio que descendió del Cielo, el divino Bienamado.
Posteriormente sus discípulos, los apóstoles de la Sagrada Teogamia, se hicieron maestros de los teogamitas eslavos y de los cátaros. Portaban en sí la sabiduría más grande del santo amor, las llaves para la divinización y la victoria sobre el diablo.
María contagiaba la enfermedad sagrada de la adoración a Cristo. “Por la sagrada enfermedad del amor a Cristo, se curan las demás enfermedades del alma. No hay remedio más efectivo para la renovación completa del ser interior que la sagrada enfermedad del amor loco hacia Cristo”.
María Magdalena era la adoración a Cristo personificada. Trasmitía las vibraciones de la adoración tan intensamente que inducía a miles de devotos a seguirla. Así nacieron las escuelas de adoración a Cristo. Cuando el Novio llegaba a sus novias, ellas alababan el Tálamo teogámico.
En poco tiempo, sus discípulos alcanzaban la perfección en el amor, en la sabiduría y en la paz a través de la virginidad. Se hacían iguales a los ammieles. En un éxtasis sobreiluminado caminaban en cuerpos inmortales, se elevaban a los cielos, se trasladaban por los aires,… cumpliendo la misión de la conversión de la humanidad al Cristo del santo amor.
María Magdalena decía: “Aquel que está en el Cáliz es infinitamente mayor que aquel a quien conocí en sus días terrenales. Su corazón se deshizo de amor en el Gólgota. Deseaba subir a la cruz, y ascendió al Gólgota para hacerse superior a sí mismo. ¡Imaginad que veis ante vosotros a Cristo II, al Cristo del segundo advenimiento, más grandioso que el terrenal; Divinidad, más que Divinidad!”.